Por qué la razón no nos puede salvar
Por Martin LeFevre

Aunque a veces me lo reprochan, jamás he entendido por qué alguien trataría de salvar este mundo loco y oscuro. No se trata de salvar el mundo, sino de salvarse a uno mismo y a la humanidad, que esencialmente es la misma cosa. Y la ciencia no puede hacer esto. ¿Por qué?

Porque el conocimiento, sin importar cuán preciso o extenso, aún necesita ser aplicado, y la aplicación es una función de la inteligencia, la cual es una capacidad del cerebro humano completamente diferente a la acumulación de conocimiento científico. 

Porque la ciencia no confiere automáticamente sabiduría, la cual es sinónimo de inteligencia. Y porque los científicos son humanos y poseen la misma confusión y conflictos que el resto de nosotros. 

Y porque la ciencia es, correcta y necesariamente, un emprendimiento enfocado al exterior, no la exploración orientada al interior de la naturaleza humana y el comportamiento que es esencial para la autocomprensión. 

Entonces, ¿qué significa ser inteligente y cómo se diferencia de ser listo? Asumimos que el ser humano es una especie inteligente, pero no lo es. Una especie inteligente no estaría promoviendo la sexta extinción masiva en la historia de la vida en la Tierra. El desastre que el ser humano, una especie sensible y potencialmente sapiente, ha desatado sobre la biósfera no puede compararse, mucho menos conjugarse, con los anteriores cinco acontecimientos de extinción masiva provenientes de asteroides o vulcanismo. 

Una especie inteligente no aceptaría la guerra como necesaria, ni mucho menos regresaría a una guerra de trincheras en la era digital. Y una especie inteligente no consideraría la migración desesperada y el sufrimiento de millones en términos nacionalistas. Por último, una especie inteligente no se resignaría a un mundo dividido entre los obscenamente ricos y los pobres desposeídos. 

¿Cuántas especies inteligentes hay en la galaxia? Ya que la inteligencia trasciende al pensamiento, la ciencia y el conocimiento, y mucho más a la tecnología y a la “inteligencia artificial”, puede que haya muchas especies inteligentes. Pero no se le revelarán a una especie destructora de planetas como el Homo sapiens hasta que estos consigan volverse una especie inteligente.

Con el debido respeto que merece la ciencia, no será suficiente “conjuntar a expertos en distintas disciplinas científicas para resolver los más grandes predicamentos y enigmas que nuestra especie encara”, como lo propone la “School of Cosmic Future” de la Universidad de Toronto.  

Las premisas implícitas e inexploradas son: que la ciencia puede salvar a la humanidad; que las distintas disciplinas científicas pueden unirse para formar soluciones integrales y cohesivas; y que los expertos científicos, o expertos de cualquier tipo, son principalmente las autoridades que deberíamos buscar para encontrar alguna solución. 

¿Qué otro recurso poseemos, además de la ciencia, para atender lo que Sir Martin Rees, astrónomo real británico, denomina “la urgencia de una situación en la que la humanidad ha adquirido la capacidad de destruirse y destruir el resto de la biósfera?

El fundamento de la Ilustración racional es necesario para la ciencia, pero es lamentablemente insuficiente para el comportamiento humano. Aunque parece incuestionable, la idea de que necesitamos “tomar acciones colectivas que se basen en evidencias y en la razón” para seguir avanzando, simplemente no se sostiene ante la abrumadora evidencia que presenta el pasado y el presente del ser humano.

Los “hechos acerca de la realidad, tan difícilmente alcanzados” desde los tiempos de Galileo, no son verdades inmutables, como cualquier verdadero científico confesaría, sino evidencia clara de los paradigmas y teorías dominantes que fueron alcanzados con mucho esfuerzo pero que siguen siendo tentativos. 

La misma actitud se sostiene para el aprendizaje no acumulativo, el cual no se puede traducir a o ser formulado como conocimiento científico. Una observación que expande un campo del conocimiento es una cosa; la intuición que está más allá del conocimiento y lo conocido es otra cosa completamente. Aquella es puesta a prueba mediante experimentos y evidencias; en tanto que esta ocurre mediante el autoconocimiento, la pregunta y la negación. 

La intención de la School of Cosmic Future de “acercar una perspectiva de miles de millones de años de tiempo cósmico a un mundo necesitado desesperadamente de una forma de pensar a largo plazo” es encomiable. Sin embargo, mucha gente ya posee conocimiento acerca de los miles de millones de años de tiempo cósmico, y esto los ha hecho sentir pequeños y decididamente insignificantes, en lugar de hacerlos sentir maravillados por el hecho de que el universo pudiera hacer que un cerebro evolucione para ser capaz de comprender al universo.

Además, a un nivel fundamental, el tiempo es un impedimento, es el enemigo, de hecho. Cuando el movimiento lineal del tiempo –en sí una proyección de la mente humana— se termina, se despierta la capacidad del cerebro humano para experimentar en silencio el misterio y la armonía de la Tierra y el universo.

En pocas palabras, la ciencia sólo “puede aplicarse a la preservación de la vida y la civilización” cuando un potencial superior del cerebro humano se despierta –la capacidad de intuición más allá de la dimensión del conocimiento, ya sea científico o de otro tipo. 

¿Qué salvará a la humanidad y a la tierra? Que suficiente gente proveniente de todos los sectores de la sociedad procuren la pesquisa filosofía no académica y se tomen el tiempo y el espacio para alcanzar el autoconocimiento y la atención espontánea en la naturaleza. Obviamente los científicos también pueden autoconocerse y practicar la filosofía, pero la ciencia en sí no equipa a los científicos con estas habilidades.

Después de una larga y pasiva observación y meditación en Parkland, tomo asiento cerca del gran roble a la entrada de Lower Park. Es una cosa impresionante y viva, de grandeza y fuerza avasalladoras, con ramas enormes y enjutas que se estiran hacia el sol y se doblan hasta tocar el pasto. 

La naturaleza no es Dios, pero lo numinoso permea a la naturaleza y al cosmos, aunque no al ser humano. La belleza y fuerza de la naturaleza no están en el ser humano porque nuestras mentes y cerebros están dominados y cegados por las cosas del pensamiento, siempre ocupado con el conocimiento, la experiencia y la preocupación. 

La evolución del “pensamiento superior” nos dio a los humanos la capacidad neuronal no sólo para realizar una ciencia avanzada, sino también para alcanzar una atención consciente de lo sagrado ilimitado y la inteligencia que permea a la naturaleza y el universo. Es la más grande paradoja y contradicción que conocemos. Podemos y debemos resolverlas. 

Lefevremartin77@gmail.com