Celebran aniversario de sala independiente con Las Flores de la Noche

Por Jeffrey Sipe y Nina Rodríguez

El primer largometraje documental dirigido por Eduardo Esquivel y Omar Robles, Las Flores de la Noche, comienza con una leyenda de la Guerra de la Independencia: cuando el pueblo indígena de Mezcala luchó en resistencia contra el ejército español. Según la leyenda, una guerrera bajaba de las montañas para matar a los soldados españoles mientras dormían. Cuando es capturada y condenada a ser quemada, al quitarle la ropa, los españoles descubrieron que se trataba de un hombre vestido de mujer.

Ya no llegamos a saber más sobre esta leyenda que sirve como prólogo del documental que se centra en la vida de un grupo de jóvenes trans en un pueblo de seis mil habitantes a las orillas del lago de Chapala. La suposición inicial del espectador pudiera ser que la leyenda pone énfasis en la gran aceptación que parece haber en el pueblo para este pequeño grupo de residentes travesti, pero aunque nunca vemos amenazas abiertas, sí hay abusos verbales y la historia de las Flores es una de valentía. Los directores han creado una obra que se centra en las relaciones interpersonales de los cuatro personajes principales y no en las desgracias que pudieran llegar a enfrentar. La película es más bien un retrato de sus cuatro personajes principales con todos su necesidades, deseos, su autoestima y propias esencias. Y de su complicidad.

Uriel, quien aparenta el más convencional del grupo, comienza a rechazar su identidad tras un supuesto encuentro con dios: «Estoy reconociendo que soy homosexual, que es un defecto, una enfermedad…», dice en terapia de conversión. A pesar de esta forma tan negativa de salir del closet y de insistir que sólo quiere dedicarse a «cosas de hombres», mantiene su gran amistad con Violeta, Dulce y Alexa, quienes ven otro momento viajan a un pueblo cercano para jugar un partido de fútbol con un equipo local y ganan.

Las flores de la noche no es un documental que promueva una agenda social en el sentido clásico. No hay motivaciones políticas detrás del comportamiento de sus personajes ni en la dirección de la película. En vez de ello, documenta la vida cotidiana —tanto práctica como emocional— de sus cuatro protagonistas quienes naturalmente se encuentran luchando aunque no siempre abiertamente, con la aceptación de su propia sexualidad e identificación de género en un entorno contradictorio entre la aceptación y el rechazo.

A lo largo de los 85 minutos de la película el público inevitablemente se encariña con la honestidad y el coraje de sus protagonistas, enfrentando todo tipo de trincheras. Cosechan frambuesas para ganar dinero, organizan un show travesti, juntan su propio equipo de fútbol, se pintan y peinan minuciosamente. De alguna forma, Las flores de la noche es simplemente un panorama de la vida en un pequeño pueblo mexicano, enfocado en cuatro habitantes cuyas preocupaciones, más allá de lo convencional, son las mismas preocupaciones comunes de todos nosotros: la autoaceptación, el amor, la amistad y la paz interior. En otras palabras, estamos todos juntos en esto, sin importar quién eres y a quién eliges amar.

Para celebrar este mensaje y la gran diversidad y creatividad del cine mexicano en general, una proyección gratuita al aire libre de Las flores de la noche marcará el segundo aniversario de la sala independiente Compartimento Cinematográfico este sábado 5 de noviembre en San Miguel con la presencia de los cineastas. Premiado como Mejor Largometraje Documental Mexicano en la edición pandémica del GIFF, la película aún no se ha estrenado comercialmente y forma parte de la muestra «Más Cine Mexicano, por favor» del GIFF que actualmente recorre el país.