Rimini: la Tragicomedia de la costa italiana en temporada baja

Por Jeffrey Sipe y Nina Rodríguez

Rimini, del renombrado director austriaco Ulrich Seidl, se anuncia como una comedia, pero para ser una comedia no está precisamente salpicada de risas. En cambio, está impregnada de tanta ironía que las pocas risas que provoca son probablemente más dolorosas que divertidas.

La película cuenta la historia de un cantante de salón en decadencia, Richie Bravo (interpretado por Michael Thomas), que pasa la temporada baja del invierno en una ciudad turística, donde se ve obligado a actuar para grupos de jubiladas, haciendo su magia con varias mujeres mayores que aún encuentran placer en acostarse con el popular cantante de antaño. Para Richie, estas citas son un trabajo adicional para complementar los honorarios que cobra por sus actuaciones como cantante.

Hay mucho sexo explícito entre Bravo y sus matronas, y se ha escrito mucho sobre el escaso atractivo de las escenas de sexo con personas mayores como se ha visto por ejemplo en Sunday (1997), de Jonathan Nossiter, que mostraba mucha más compasión de la que Seidl muestra en Rimini, usando estas escenas para enfatizar el malestar del entorno de su protagonista.

Seidl es reconocido por ser un cineasta de confrontación que entreteje la comedia en sus enfrentamientos cinematográficos con personajes generalmente descentrados. En el sótano, su documental del 2014, por ejemplo, explora lo que la gente hace realmente en sus sótanos y va mucho más allá de la carpintería que muchos recordamos nuestros padres solían hacer. Después de su tríptico Paraíso, Seidl también estrenó Sparta, pieza gemela de Rimini, que sigue la historia del hermano de Richie Bravo.

Rimini está llena de personajes disfuncionales, ninguno más que el mismo Richie Bravo. Mientras su carrera se hunde, Bravo se las arregla para sobrevivir, sacando dinero de donde sea. Sus días de salir adelante por las buenas o por las malas se ven interrumpidos de repente por la llegada de Tessa, la hija de Bravo a la que abandonó y a la que no ha mantenido casi desde su nacimiento. Tiene un novio sirio, está embarazada y ahora le reclama la pensión alimenticia que nunca le pagó, dinero que debería haber pagado a su madre.

La agonía que experimenta Bravo al enfrentarse a su irresponsabilidad es palpable y algunas de las mejores escenas de la película son los enfrentamientos entre Bravo y Tessa. Tan antipático como es Bravo antes de la llegada de Tessa, su comprensión del dolor causado y de sus propios fracasos como padre calan hondo y las interpretaciones de Michael Thomas son dolorosamente realistas.

La falta de luz en la vida de sus personajes es reflejada en el espectro de imagen de Rimini. Los colores están tan desvaídos que en ciertos momentos la película casi parece como si estuviera rodada en blanco y negro. La nieve sopla a lo largo de la ciudad costera, reflejando las vidas internas de los personajes, y la actuación de Bravo entre los escasos veraneantes de invierno también parece en blanco y negro, arrojando todo el esfuerzo a un reino que apenas parece real.

Al final, Tessa consigue su dinero y su padre recibe su merecido mientras lucha por reconciliarse con una carrera y una vida personal que se ha tambaleado hasta el borde. Tras su estreno en la Berlinale, Rimini fue galardonado en Gijón y llega a salas mexicanas en enero. Se exhibe actualmente en el Compartimento Cinematográfico de San Miguel de Allende.