Profesor Miguel Malo

Por Luis Felipe Rodríguez

El 22 de diciembre de 1906 nació Miguel Malo Zozaya, vecino muy querido de San Miguel de Allende: historiador, genealogista, arqueólogo, catedrático, político y promotor de la cultura, conocido por sus amigos como Miguelito. Fue hijo de Don Pedro José Malo y Sautto, nativo de esta ciudad, quien fue Juez del Registro Civil, y de Doña Consuelo Malo Zozaya y Cavazos, de la CDMX.

Su casa familiar fue la número 4 de la calle de Umarán, conocida como la “Casa de los Perros”, debido a que las ménsulas de cantera del balcón tienen la figura de estos animales; esta residencia fue construida por el Lic. Juan de Arenaza en el siglo XVIII y habitada por sus nietos don Juan y don Vicente de Umarán, participantes con Don Ignacio de Allende en la Junta Secreta por la Independencia.

Se tituló como profesor de Química y Farmacia por el Colegio del Estado (hoy Universidad de Guanajuato). Poco antes de cumplir 25 años se casó con Magdalena Luna Polo, el 21 de agosto de 1931, en la ciudad de Guanajuato. Siempre tuvo inquietud por la investigación y, como pasatiempo, le gustaba estudiar varios campos de la ciencia. De corta estatura y de cara redonda y aniñada, se distinguió siempre por su desbordante ingenio, su generosidad y su preocupación por que San Miguel conservara su sello tradicional de población virreinal. Fue también catedrático en la Escuela Secundaria del Estado, en el Instituto “Las Casas” y el Instituto Allende. 

Era el encargado responsable en la Botica de Santa Teresita, en donde preparaba pócimas y recetas detrás del mostrador de vidrio esmerilado. Fue diputado en la XLV Legislatura del Estado. Director fundador del Centro Cultural “Ignacio Ramírez”, dependiente del Instituto Nacional de Bellas Artes. Desde 1950 fue Inspector de Monumentos Coloniales y miembro de la Junta de Vigilancia en pro de la conservación de San Miguel como población típica.

El 20 de febrero de 1962 notificó al director del INAH el hallazgo de una pirámide en un lugar conocido como Agua Espinosa. 

Coleccionista de piezas arqueológicas, su colección quedó registrada ante ese instituto con el # 44 de la Dirección del Registro Público de Monumentos y Zonas Arqueológicas. Para mayo de 1964 eran 298. Su colección fue creciendo llegando a sumar 5,116 incluidos braseros, pipas y ollas. Con una parte de esas piezas, Miguelito Malo abrió un museo para todo el público, en su propia casa, en la esquina de Mesones e Hidalgo que fue conocida como Museo Izcuinapan (Datos tomados del libro “San Miguel de Allende, su ADN”).

Miguelito fue acusado de traficante y en un proceso no muy claro lo visitaron agentes federales en varias ocasiones, lo que provocó que, según ese informe, se suicidara el 1 de mayo de 1972. Don Cornelio López Espinosa, con muchos otros sanmiguelenses, firmaron una carta abierta solicitando las pruebas que se decía, tenían las autoridades, las que nunca respondieron y en su libro sobre San Miguel escribió:

“El destino histórico llama una vez más a los hijos de San Miguel de Allende, a la defensa de las libertades y virtudes holladas por los sembradores de la discordia y el odio, Miguel Malo Zozaya ofrendó su vida para lavar con su sacrificio, su honor mancillado.”

La prensa metropolitana y otros medios de información han enlodado ignominiosamente a un hombre honesto y probo, historiógrafo de San Miguel de Allende y descubridor de las zonas arqueológicas de esta región, para beneficio de la Nación Mexicana, aunque se le ha presentado a los ojos del mundo como un saqueador de tesoros nacionales y como un defraudador de reliquias históricas.

Don Miguel Malo Zozaya dedicó toda su vida, todas sus actividades y todos sus exiguos recursos económicos a la creación de una obra histórica y arqueológica de San Miguel de Allende y para San Miguel de Allende. Esto era su creación, su vida y lo que primordialmente alentaba sus actividades científicas. Quería entregar a la historia de San Miguel su pasado autóctono y tenía verdadero pavor de que estas reliquias arqueológicas se perdieran para siempre, al ser trasladadas a la Capital de la República.

Cuando en su casa-museo se presentaron agentes de la policía judicial federal a cumplir con órdenes superiores de incautación de esas piezas arqueológicas, sintió que le arrebataban la vida y su más grande ilusión: de que San Miguel de Allende contara con su propio y natural patrimonio histórico y arqueológico, y ante los apremios y los insultos de la autoridad se arrancó la vida.

San Miguel de Allende, consternado, respeta su memoria y exige enérgicamente que de inmediato sea reivindicado el buen nombre de Miguel Malo Zozaya, como público y oficial reconocimiento a sus grandes méritos y sacrificios.

Los habitantes de San Miguel de Allende que firmamos este escrito declaramos que conocemos la limpia trayectoria de Miguel Malo Zozaya y su prestigiada familia, cuyos antecedentes históricos arrancan desde las gestas heroicas de la Independencia nacional, y pedimos la rectificación oficial, que ponga muy en claro la limpieza y honestidad de este insigne hijo de nuestro pueblo.