Más allá del nihilismo y el colapso de la civilización

Por Martin LeFevre

Es fácil volverse nihilista cuando hay tantos asesinatos en masa en Estados Unidos. Pero el nihilismo es un intento de escapar a la destructividad y la maldad del ser humano. El nihilista llega a creer que el sinsentido de la supuesta civilización se extiende a la naturaleza y el universo. 

Hace algunos fines de semana, otro pueblo universitario se sumó a la larga lista en el que ha irrumpido un tiroteo masivo. Una muchacha de diecisiete años murió y media docena de estudiantes fueron heridos después de que una fiesta se fue al infierno. Una gota más en el baño de sangre en el que se ha convertido Estados Unidos. Durante el mismo fin de semana, ocho personas fueron masacradas en un centro comercial, y ocho migrantes fueron atropellados y asesinados, ambos casos en Texas. 

Políticos impresentables de la extrema derecha profirieron una vez más “su sentir y sus plegarias por las familias afectadas”, mientras de manera hipócrita afirman que se necesitan mejores servicios para atender enfermedades mentales, incluso cuando recortan fondos para estas clínicas, como lo hace el gobernador de Texas. 

Del otro lado del podrido espectro político (no, esto no es una equivalencia moral, pero es un espectro singular de la falta de espíritu en Estados Unidos), el presidente Biden dice que no hay nada que él pueda hacer. Esto depende del congreso, dice, aunque bien sabe que no hay ninguna posibilidad de que un proyecto de ley pase y prohíba los rifles de asalto.

Si se lo tomara en serio, Biden podría declarar una emergencia nacional para anunciar una orden desde el poder ejecutivo que prohíba los rifles de asalto, levantándoles el dedo a los imbéciles amantes de las armas. No tiene nada que perder. Al ritmo al que vamos, este país dejado de la mano de Dios elegirá a Trump, un verdadero tirano, como presidente en 2024. 

Una clase de geografía cultural que tomé con un profesor chino durante mi primer año de carrera me viene a la mente. La perspectiva que nos mostró afectó profundamente la forma en que entiendo la cultura de Estados Unidos y la cultura en general.

Este profesor era un rara avis y daba clases en Estados Unidos y Canadá durante la Revolución Cultural que mató a millones de personas y le causó daños inhumanos a cientos de millones más después de iniciada por Mao Zedong y el partido comunista de China. 

Esto nunca fue tema de discusión en 1970, pero el profesor sí realizó un comentario un día que me quedó grabado. “En mi opinión”, dijo, “desde la perspectiva de un geógrafo cultural chino, Estados Unidos y Canadá pertenecen al mismo núcleo cultural”. 

Sin lugar a dudas, por haber crecido cerca de la frontera con Canadá, en Michigan, y teniendo raíces familiares en Quebec, esta observación me impresionó. A lo largo de los años la he evaluado durante mis viajes y conversaciones con canadienses, y aunque no les encanta admitirlo, es verdad. Canadá es una versión más amable de los Estados Unidos, con políticas públicas que usualmente se manifiestan mediante normas de decencia y racionalidad. 

Hoy en día, sin embargo, cuando la gente habla del colapso de la civilización, hacen referencia a algo que rebasa el núcleo cultural norteamericano. ¿Qué es lo que ha terminado y está a punto de colapsar?

¿La cultura occidental? ¿La sociedad global así como la entendemos? ¿O algo que posee raíces mucho más profundas y antiguas –las tradiciones y la conciencia del ser humano? Evidentemente, son los tres casos. 

Un colapso, aunque toma un largo tiempo en prepararse, ocurre rápidamente, sin importar si un movimiento violento lo auspicia. La URSS colapsó sin necesidad de violencia, aunque el fatalismo ruso evitó que se tomara un camino verdaderamente novedoso, y gracias al triunfalismo estadounidense, estamos ahora al borde de una guerra mundial.

Un pensador canadiense que leí recientemente dijo, “si es ya muy tarde para prevenir el próximo colapso de la civilización, aun así sería interesante saber cómo sería una sociedad humana saludable y conectada, una que readquiriera las herramientas inherentes que se necesitan para el diálogo y ver cuáles serían sus capacidades. Quizás sería un pequeño premio de consolación si pudiéramos regalarles este conocimiento a las nuevas comunidades que surgirán después de la caída de la civilización, esperando que lo empleen de mejor manera que nosotros”.

El nombre de su blog es “Chronicle of civilization’s collapse”, así que la frase, “si es ya muy tarde” es en realidad un artilugio retórico –el autor claramente cree que ya es muy tarde para prevenir el próximo colapso de la civilización. Si bien la intención de dejar algo de valor después de que desaparezcamos es noble, hay aquí un tipo de fatalismo singular que es más bien una profecía autocumplida.

¿Acaso la integridad básica de la sociedad ya no existe, si bien el colapso de la civilización humana aún no ha ocurrido? Después de todo, la economía, la política y los medios de comunicación siguen funcionando a su manera tan disfuncional.

Encarar las cosas por lo que son no es una postura fatalista, ya que hacer esto contiene las semillas para un cambio radical. Sin embargo, continuar pensando y actuando como si los significados e instituciones del pasado continuaran intactos, y que tan solo necesitamos preservarlos y reformarlos, evita que respondamos al inmenso desafío que implica el presente y el inminente colapso de la civilización. 

¿Está entonces la civilización humana al borde del colapso, aun si hay suficiente espacio y tiempo para todos aquellos que se preocupan por el destino del planeta y el Homo sapiens que lo habita para cimentar una civilización verdaderamente global?

¿Cómo se verían y se sentirían estos cimientos? Si (y enfatizo la palabra) estas observaciones son correctas y reflejan el momento actual, entonces el mismo imperativo que se aplicará después del colapso es relevante antes de él. Ciertamente, cimentar una civilización verdaderamente humana no estará determinado ni limitado por los restos de la vieja civilización. 

La meditación solitaria es el fundamento del individuo. Un diálogo meditativo, o como me gusta llamarlo, una pesquisa intuitiva, es su equivalente en términos sociales. Ambas instancias requieren una duda continua que no recaiga en las creencias y opiniones de nuestro acondicionamiento. Ambas cuestiones son independientes del conocimiento. Así que, ¿cuál es la pregunta?

LeFevremartin77@gmail.com