Por Francisco Peyret
En el contexto del Día Mundial de los Estudiantes Universitarios (23 de mayo) tenemos que reconocer que los movimientos estudiantiles han sido una fuerza impulsora en la lucha por la educación de calidad y la defensa de los derechos estudiantiles en todo el mundo. Desde las históricas manifestaciones en México, Francia y buena parte de Europa en 1968, hasta las recientes movilizaciones en América Latina y Estados Unidos, los estudiantes han levantado sus voces para exigir cambios significativos en el sistema educativo y en la sociedad en general.
En México, a raíz del movimiento del 68, se abrieron nuevos espacios, aparecieron universidades y colegios públicos con enfoques diferentes, pero al mismo tiempo, sobre todo durante los años 80, se empezó a castigar con presupuesto a la educación pública y a cuestionar su reputación, las empresas daban preferencia a egresados de escuelas privadas sobre los egresados de escuelas públicas. Surgió un boom de colegios privados que empezaron a ocupar los espacios que fue dejando la educación gratuita.
Con el paso del tiempo, y también como consecuencia de la economía global, la educación universitaria está llegando a la categoría de impagable para muchas familias y jóvenes, las universidades públicas han recuperado su matrícula pero resultaron insuficientes. En muchos países, las tasas de matrícula exorbitantes han dejado a numerosos estudiantes sin acceso a una educación de calidad. Ante esta situación, han surgido nuevos movimientos estudiantiles presionado a los gobiernos y a las instituciones educativas para que reduzcan las tarifas y establezcan políticas que garanticen una educación más accesible para todos. Ejemplos destacados incluyen las masivas protestas estudiantiles en Chile en 2011, conocidas como el «Movimiento Estudiantil Chileno», que lograron avances significativos en la reforma educativa.
Otra demanda clave de los movimientos estudiantiles es la búsqueda de una educación más equitativa e inclusiva. Los estudiantes han luchado por eliminar las barreras que impiden el acceso a la educación para aquellos de bajos recursos, minorías étnicas y grupos marginados. Estos movimientos han destacado la importancia de abordar las desigualdades sistémicas y promover políticas que garanticen oportunidades educativas igualitarias para todos. En países como Sudáfrica, los estudiantes se han movilizado en torno a la consigna «Fees Must Fall» (Las tarifas deben caer), exigiendo una educación gratuita y de calidad para todos los ciudadanos.
Además de la lucha por la educación, los movimientos estudiantiles han abordado cuestiones más amplias de cambio social. Han demostrado su capacidad para influir en debates políticos y sociales, alzando la voz contra la injusticia y la opresión. Un ejemplo destacado es el movimiento «March for Our Lives» en Estados Unidos, liderado por estudiantes que exigían un mayor control de armas y seguridad en las escuelas después del trágico tiroteo en la escuela secundaria de Parkland en 2018.
En Europa, por ejemplo, los estudiantes han jugado un papel destacado en la defensa de la educación pública y en la oposición a las políticas de austeridad que amenazan con reducir la inversión en educación. En África, los estudiantes han liderado protestas en países como Nigeria, exigiendo una educación de calidad y denunciando la corrupción en el sector educativo.
Ante la llegada de la Inteligencia Artificial, que amenaza la desaparición de carreras universitarias y técnicas, se habla de un 47% según estudios de la universidad de Cambridge, la lucha de los estudiantes universitarios seguramente enfrentará nuevos retos, los modelos de educación seguramente van a cambiar, seguramente la asimilación de conocimientos se va a trasformar, estamos en el amanecer de una era de cambios que seguramente van a sacudir al planeta entero.