Agita el agua durmiente y verás

Por Juan Francisco Pablo

Primavera Tardía (Banshun, 1949), película del director japonés Yasujiro Ozu. Con una construcción serena del relato y haciendo uso únicamente del plano fijo, divisando la notable destreza de su cine, Ozu nos trae con esta cinta el cambio como forma inmutable y cruel del paso del tiempo. El silencio como un mecanismo de irremediable resignación.

Alejada totalmente de la desmedida ciudad de Tokio de la posguerra, en un pequeño pueblo aprisionado entre grandes montes boscosos, la dulce Noriko (Setsuko Hara), sufre la cizañosa jugada de su tía. La vieja le ha dicho que su padre ha decidido contraer nupcias por segunda ocasión, esta vez como reemplazo a sus cuidados. En un sucio intento para que Noriko por fin se case con alguien –agita el agua durmiente y verás–. Al llegar a casa la ilusa Noriko desprecia a su padre (Chishu Ryu), un intelectual casi inútil para otra cosa que no sea la transcripción de libros, resquebrajando así la intensa apreciación de su hija devota. Será la obsesiva idea del matrimonio a como dé lugar, la inescapable presión social y un oportuno pero engañoso discurso sobre la felicidad en pareja, lo que devendrá en la decisión final de Noriko.

El manejo virtuoso de los elementos que el cineasta japonés usa para delinear la narrativa parecen los de un camino tenue, pero formado con seguridad. La facultad de sugerencia construye la relación de los personajes, evita la obviedad y con sumo cuidado asienta diálogos cotidianos dotados de sutil información (en un diálogo donde Noriko –entre inocentes sonrisas– bromea con su padre y no le deja ir a jugar mahjong hasta que acabe las traducciones de ese día, se delinea la confianza y el cariño que se tienen), como a su vez va dibujando delicadamente el horizonte que une el resentimiento y el malestar de los mismos. Ozu ingeniosamente hace pasar inadvertida la insinuación pesimista, tomando en cuenta lo apacible e inocente del marco temático –que una solterona logre casarse.

Si Kurosawa en Rashomon (1950) es el vaivén de las mentiras y pecados del hombre conformante de una manipulable, a la vez que desesperanzada, realidad, alcanzado por el siempre presente movimiento de cámara, Ozu, en Primavera Tardía, es el inflexible cambio que se produce, el fijo devenir de las diferentes etapas de la vida humana, logrado por el inamovible plano estático. Este elemento está tan vigente en esta cinta que según las palabras del filósofo Gilles Deleuze, “la rigidez del plano en Ozu crea en instancias la contradictoria presencia del tiempo mismo”, y es tan así que se hace presente en la mítica escena en donde corta sin advertencia a Noriko en lágrimas y encuadra a un jarrón. Noriko modifica a fuerza su percepción del matrimonio, destinada así a callar por siempre, y a su vez contemplamos que la forma de lo que cambia no cambia.

Un clásico sin precedentes, del cual aún quedan ríos de tinta que escribir, analizando cuadro por cuadro su complejidad. Una película que recomiendo encarecidamente, pero hay que advertir que se debe mirar con detenimiento y sumo cuidado, para apreciar su imperdible alcance estético.

Primavera Tardía

(Banshun, Japón, 1949)

Dirige: Yasujiro Ozu 

Actúan: Setsuko Hara, Chishu Ryu

Guión: Yasujiro Ozu, Kogo Noda

Fotografía: Yūharu Atsuta 

Duración: 108 minutos