Por Alejandro Angulo
Para el 2050 dos terceras partes de la población mundial serán urbanitas, con todas sus consecuencias positivas y negativas.
Caminamos hacia ciudades compactas y verticales, lo cual en primera instancia es positivo, pues dejaremos de devorar territorialmente los ecosistemas naturales. Sin embargo, la mezcla de usos mixtos en la ciudad acarrea también otros problemas ambientales como el exceso de ruido, que irrumpe en el equilibrio de la convivencia social.
Asimismo, dicha concentración de la población y la intensificación de la densidad por hectárea nos lleva al reto de la conservación de la biodiversidad urbana, que hasta ahora en el mundo, especialmente en México, ya exhibe un declive preocupante, pues al perderla también se pierden los servicios ecosistémicos de los cuales nos beneficiamos (remoción de contaminantes, producción de oxígeno, captura de CO2, infiltración de agua a los acuíferos, la regulación de microclimas, etc.).
Pero hay una cuestión que casi no se toca, y es el hecho de que vamos a carecer de productores agropecuarios, quienes hasta el momento cargan con la responsabilidad de producir nuestros alimentos. Y claro, hay voces que dicen que tal situación se superará con las fábricas verdes (dentro de las ciudades) quienes ahora producirán los alimentos requeridos. Ello es posible desde el punto de vista tecnológico, pero no de la agrobiodiversidad (en el mundo se ha perdido cerca del 70 por ciento de dicha agrobiodiversidad) y de seguro habrá voces diciendo que eso no importa mientras se tenga la producción de los principales granos que alimentan a la población mundial.
Sin embargo, la pérdida de agrobiodiversidad lleva en sí otro problema aún más grave, la ausencia de alimentos nutricionales, cuestión que se ignora, pero que si revisamos el cuadro mundial de enfermedades, llegaremos a la conclusión de que el tipo actual de alimentos que consumimos tarde que temprano nos conduce a padecer de ciertas enfermedades, que ahora ya se contabilizan en millones de personas que padecen o mueren a causa de ello.
La tendencia actual nos muestra que, en un gran porcentaje, la producción, procesamiento y distribución están en manos de empresas transnacionales que nos proveen de cierto tipo de alimentos, que no son tan sanos, por ello la cantidad de personas que padecen enfermedades o males como hipertensión, problemas cardiacos, diabetes, gastritis, problemas de riñones, y otras de corte psiquiátrico, entre ellas la pérdida de memoria o distorsiones emocionales.
Una buena parte de las ciudades en el mundo han perdido sus tierras para la agricultura y en consecuencia a sus productores, y es que la mancha urbana va devorando territorio, sin dar cuenta de las consecuencias graves que a la larga se observarán. En algunos municipios, el Ordenamiento Ecológico tiene contemplado Unidades de Gestión Ambiental de Protección Ecológica Agrícola, es tiempo de hacer valer tal disposición antes de que sea demasiado tarde y hayamos perdido las tierras y productores agrícolas.
Esas empresas productoras, procesadoras y distribuidoras de alimentos primero piensan en los costos y al final en el aspecto nutricional. En nuestra era actual predominan los alimentos envasados, los alimentos rápidos, los alimentos chatarra, pero sobre todo, hoy por hoy todo descansa en el sabor, no en la parte nutricional. Casi nadie habla cuando se le pregunta sobre algún alimento o sitio donde consumirlos, la respuesta es “están muy ricos”, “es sabrosa la comida de ahí”, “sabe muy bien”, pero si se les pregunta si saben sobre el valor nutricional, lo desconocen y no tienen ninguna respuesta objetiva.
Es la era del sabor, no de la nutrición, y así nos hacemos adictos a ciertos alimentos y nuestra selección de ellos se basa en el gusto, no en lo que favorecerá nutricionalmente. Por ello somos sociedades enfermas.
Nuestra condición de urbanitas debe preocuparnos y sobre todo reflexionar sobre el futuro que enfrentaremos, pues si bien se ha extendido nuestra expectativa de vida, de nada sirve vivir más tiempo con enfermedades.
Una estrategia acertada es la de promover, incentivar, apoyar y consumir productos nutricionales locales, y agrobiodiversos, no sólo granos; pero también, hay que regresar a la preparación en casa de los alimentos para evitar consumir en los alimentos procesados y envasados, sustancia químicas, adictivas o edulcoradas que alterarán sin remedio alguno nuestra salud en el mediano y largo plazo.
Debemos exigir que se protejan y apoyen a nuestros productores locales, con subsidios, canales de distribución y difusión. El agro mexicano y sus productores son una gran riqueza que debemos cuidar, sin ello, los urbanitas estarán condenados a enfermedades y desabasto de alimentos.
La producción local y sus canales de envío y comercialización también sumarán para mitigar la huella de carbono y, por ende, el cambio climático.