Por Arturo Morales Tirado
Después de cuatro siglos, las haciendas mixtas de agricultura y ganadería como sistema productivo en la zona rural de la Frontera de Tierra Adentro, dramáticamente, llegaron a su fin con un trágico episodio: los promotores del reparto agrícola de la hacienda de la Petaca, los señores Simeón López Ramírez, Cipriano López y Severo Delgado, junto con el agrimensor, el ingeniero Roque Rubio, fueron asesinados un 24 de junio de 1937. A la fecha, en la calle principal de la comunidad de La Cuadrilla, en el municipio de San Miguel de Allende, se pueden leer placas alusivas a estos personajes y a este trágico evento.
El origen de las haciendas en la Nueva España ocurrió con la llegada del primer virrey, don Antonio de Mendoza y Pacheco, ante la experiencia fallida de las encomiendas y con el precedente de las haciendas andaluzas —región española donde la actividad y producción de productos y bienes en las zonas rurales fueron tomadas con la misma importancia como la de los que producían bienes y productos en las ciudades y villas—, de tal suerte que las casonas e infraestructura en las zonas rurales no solo fue monumental sino también funcional en torno a la producción.
Las haciendas, desde su etimología (del latín: facer =hacer, nda = destino – obligación), se establecieron en América bajo el dominio de la corona española de los años 1530s, como organizaciones económicas con la administración de la corona española en un sistema transoceánico de latifundios de producción agrícola, ganadera y, a partir de los veneros de mercurio, plata y oro en torno a la ruta de la plata y posterior Camino Real de Tierra Adentro (primer camino diseñado y construido por europeos en el continente), hubo también haciendas de beneficio en los Reales de Minas o comunidades mineras.
Hoy en día, en los municipios de Comonfort, Dolores Hidalgo, Guanajuato, San Miguel de Allende, San Diego de la Unión, San Felipe, Dr. Mora, San José Iturbide y San Luis de la Paz, existen los vestigios e infraestructura de cerca de un centenar de haciendas; por cierto, diversificadas a otros tipos de producción como las haciendas mezcaleras, pero en general todas ellas mixtas, vinculadas con otro tipo de infraestructura como las ventas, estancias de ganado (generalmente de caballos, mulas, burros) y otras con actividades particulares como las de colecta y molienda de granos, lugares para actividades específicas del manejo del ganado mayor (bovinos) y menor (cabras, ovejas) en trashumancia por pastizales de haciendas ganaderas con superficies extensas hasta de más de 10,000 hectáreas, donde requirieron de trojes (almacenes de granos molidos o no), herraderos, capaderos, etc.
Ante toda la complejidad en estas organizaciones económicas que se desarrollaron en más de 400 años, generando no solo las casonas e infraestructura propia de estos centros de producción virreinal y de los primeros años del México republicano, también se generaron cientos de comunidades de personas que de una forma u otra laboraron en estas haciendas, como esclavos, peones, inquilinos, aparceros, y otros. Incluso, hoy en día, muchas de estas comunidades, con un número significativo de origen indígena —San Miguel es el municipio guanajuatense con mayor cantidad de comunidades de origen indígena— conservan un número descriptivo de su actividad económica específica, tales como la cuadrilla, capadero, capaderillo, corral de piedras, cásquenos, etc.
En todos estos siglos, las haciendas transformaron, modificaron e impactaron en el tiempo – espacio y circunstancias (gobernanza – economía – sociedad – cultura – ecología) de la Frontera de Tierra Adentro, por lo que resulta maravilloso contar con el testimonio de un enorme patrimonio cultural tangible edificado, y con un gran valor del patrimonio universal legado de las haciendas están algunas de las más antiguas y complejas que evolucionaron de aquellos primeros fuertes o presidios de avanzada junto con las comunidades indígenas en torno a sus capillas de indios; por el limitado espacio de esta sección, solo mencionaré las de Puerto de Nieto, Corral de Piedras de arriba, Cruz del Palmar y La Petaca, todas ellas hoy como propiedades privadas.
Sobre los cascos de hacienda (principal infraestructura concentrada a la casona de la hacienda), podemos distinguir, observar y admirar aún: la casona principal con sus patios centrales con pórticos-arcadas y pavimento de empedradillo, patios de hacienda monumentales, corrales y corrales, trojes, norias simples, norias de sangre (con empedrado y carruseles para las mulas que tiraban de los cubos de agua), jagüeyes para ganado menor de un lado y ganado mayor del otro. En algunas, aún se observan al lado de las trojes sus eras para trillar granos y a su lado los aventureros para la separación de granos de sus ramas y follaje secos. Haciendas de la Frontera de Tierra Adentro, testimonio edificado de la grandeza de nuestro maravilloso patrimonio cultural universal.