Espacios sagrados en San Miguel: Veneración y culto de ayer y hoy

Por Arturo Morales Tirado

Los habitantes de esta Frontera de la Tierra Adentro, en un proceso sincrético de miles de años y dependiendo de su cosmovisión y/o fe religiosa, han establecido espacios sagrados dedicados a su culto y sus divinidades, en un proceso de transculturación y mestizaje casi perpetuo. 

En el actual espacio urbano de la ciudad de San Miguel podemos encontrar muchos vestigios, monumentos y edificaciones que son testimonio y maravilla de este fenómeno humano milenario. En zonas como San Damián y Cañada de la Virgen se han localizado piezas de cerámica en espacios sagrados como montículos, puertos intermontanos y manantiales. Hoy los podemos reconocer por su respeto y veneración. 

Asociados a la dualidad expresada en la cosmovisión de Mesoamérica, muchos de estos sitios, a los que los pueblos nahuatlacas del posclásico mesoamericano llamaron Altépetl (cerro – agua), los encontramos hoy en día en sitios con culto y veneración, como en cerros y montañas. Tal es el caso del Montequehuma, el Cerro de las Tres Cruces, la Agua espinosa y muchos más. También podemos encontrarlos en otros sitios, como en calvarios, cruces sobre lomas y cerros, en capillas y templos —nominalmente de culto católico— monumentos sobre manantiales, represas, norias, etc.

En la zona urbana los encontramos a la vera de sus arroyos, en sus antiguos manantiales, riscos y promontorios o picos de cerros y montañas. Algunos de los más conocidos son la Santa Cruz de El Chorro, la Santa Cruz del Pueblo y la Santa Cruz de San José de la Montaña, otros han desaparecido de su sitio original por la urbanización sin desarrollo como la del promontorio rocoso de la cruz del encuentro de las Cuevitas. 

Muchos monumentos se conservan aún en los puertos de caminos y caminerías por la Cuesta de San José por su paso por el Valle del Maíz. En una manifestación del sincretismo están los calvarios, humilladeros y las llamadas capillas de Indios. La mayoría de estas edificaciones se localizan en los límites de la traza urbana original de la villa de españoles y criollos y sus zonas de huertas y establos; en los barrios de origen indígena alrededor de la otrora Villa Protectora de San Miguel y que hoy son parte de la mancha urbana son manifiestos estos espacios y edificaciones sagrados ancestrales, muchos de ellos de culto activo con sus rituales, danzas, cantos.

Haciendo un recuento de algunos de estos barrios dentro de la mancha urbana podemos señalar algunos de los más conocidos: Valle del Maíz, Ojo de Agua, El Chorro, la Soledad, Buenavista, la Palmita, Cruz del Pueblo, Atascadero, Pocitos, Tecolote, San José de la Montaña, el Obraje, los Órganos, San Rafael, las Cuevitas, San Antonio, Guadiana; más: Nuevo Pantoja, colonia Allende (originarios del antiguo Agustín González), San Miguel Tres Cruces, San Miguel Viejo, Estación de del FFCC.

Los espacios más notables del sincretismo entre la Mesoamérica prehispánica y la España del siglo XVI son los atrios de los templos católicos. El espacio atrial fue el centro de encuentro entre las diversas culturas. En muchas localidades de Mesoamérica, los atrios son más extensos que la superficie de los propios templos.  

Explorar y develar estos espacios sagrados por su veneración y/o culto pasados o vigentes, hoy en día, requiere respeto, comprensión y admiración por estas maravillas tangibles e intangibles de nuestro excepcional patrimonio natural y cultural, orgullo sanmiguelense.