Los suchiles en el tejido de la comunidad

Carrizo, cucharilla, sauces y otros recursos para la religiosidad regional

Por José Arturo Morales Tirado

Las fiestas de la cosecha se celebran en nuestra región desde hace cinco siglos. Ocurren en torno a la fiesta del patrono San Miguel Arcángel en esta frontera de Tierra Adentro, en los antiguos pueblos de San Felipe y San Miguel el Grande, y en innumerables comunidades rurales organizadas. Todas ellas se construyeron en torno a las mayordomías, cofradías y grupos de danza con sede en los principales templos religiosos, ya sean parroquias o templos comunitarios en los diferentes pueblos, barrios, comunidades rurales y, a partir del siglo XX, en las colonias urbanas.

Algunas de las comunidades centenarias de origen indígena, a través de complejos rituales comunitarios, mantienen viva y robusta su identidad y sentido de pertenencia centenarios en esta frontera cultural entre la Mesoamérica volcánica y la Aridoamérica semidesértica, principalmente en torno a la subcuenca alta del río Laja y sus afluentes. Comunidades históricas de mayor tradición sincrética por sus profundas y hondas raíces culturales mesoamericanas prehispánicas, que transformaron, por la fuerza y la presión cultural del poder de los españoles de las armas y la fe, parte de sus formas, usos y costumbres, desde sus edificaciones hasta sus rituales, con suficiente apariencia cristiana para ser aceptados por la jerarquía dominante, hasta el día de hoy. 

Como decía, sólo por mencionar algunas de estas comunidades, con una tradición viva en torno a sus llamadas capillas de indios, monumentos coloniales que a la fuerza, la mayoría de ellos, evolucionaron de antiguos cuesillos a este tipo de centros ceremoniales, en el cercano Bajío, por ejemplo: San Miguel de Ixtla en el municipio de Apaseo el Grande; Jurica y Mompaní, en Querétaro, Neutla, Orduña o Salitre en el municipio de Comonfort. En Altos de Guanajuato: municipio de Dolores Hidalgo: Arroyo Seco, la Ventilla, o El Llanito, en el municipio de San Miguel de Allende, entre otros: La Huerta, Puerto de Calderón, La Cieneguita, Cruz del Palmar, Los Guerrero, San Marcos de Begoña, Rancho Viejo, La Cuadrilla, San Miguel Viejo, Valle del Maíz, el Obraje, San Rafael, y a partir de la segunda mitad del siglo XX, principalmente por la construcción de la Presa Allende: Nuevo Pantoja, las Cuevitas, la Estación.

En todos estos pueblos, en torno a las fiestas patronales específicas, y las más importantes en torno al antiguo calendario agrícola-ritual, indígena-católico, mantienen rituales comunes y en interacción entre varios barrios, pueblos y colonias; tal es el caso de la fiesta de la cosecha nueve días después del equinoccio de primavera (en San Mateo-Oaxaca, San Miguel de Allende, hay marcadores equinocciales), que es ni más ni menos que la gran fiesta de San Miguel Arcángel. Por ejemplo, por razones del calendario agrícola solar en nuestras coordenadas geográficas, cercanas a los 20 grados de latitud norte, las primeras heladas ocurren tradicionalmente entre el 29 de septiembre y el 4 de octubre (coronado San Francisco).

Como parte fundamental de estas relevantes celebraciones rituales ancestrales y sincréticas está la visita de diferentes representaciones de comunidades con sus respectivas capillas ceremoniales presididas por una o varias imágenes sagradas, como son, entre las más relevantes: la del Señor San Miguel, el Señor Santiago, el Señor San Isidro Labrador, el Señor de la Conquista, entre otros; o bien: la Santa Cruz, con los nombres de sus diferentes residencias. En el caso de la celebración del santo patrono, el Señor San Miguel, desde hace cientos de años, en diversas comunidades relevantes en el trono de esta fiesta, se reciben delegaciones que representan a otros pueblos, estas delegaciones llevan consigo estandartes, una bandera roja, el ánima de su santo patrono (una imagen a pequeña escala del patrono principal) acompañada de luces de velas de cera de abeja, flores y cantos de alabanza, además de cohetes para anunciar su llegada procesional que se realiza en la víspera de la fecha patronal. 

Los anfitriones, originalmente los reciben desde la medianoche en la entrada del atrio de la capilla ancestral, por lo que se preparan desde el día anterior, y al amanecer, en una relación ritual, inician el tejido de los dos chimalis (con el emblema de las cruces verticales e inclinadas) o parande por ser una ofrenda que se teje horizontalmente y se conmemora de pie, tejida por los miembros de la comunidad anfitriona y sus visitantes durante las primeras horas de la fiesta patronal, ofrenda que mide entre 1. 0 y 1,5 metros de ancho y hasta cinco metros de alto que se realiza con hojas de cucharilla, una planta agavácea: Dasylirion acrotrichum, sobre un armazón de dos postes verticales de madera de sauce y carrizo transversal como trama y hojas de cucharilla como urdimbre. El tejido anual de la comunidad (común-unidad) en la vigilia de la patrona, una maravilla en nuestra Frontera de Tierra Adentro. arturomoralestirado@gmail.com / www.tasma.com.mx