Por José Arturo Morales Tirado
Si imagináramos en nuestro planeta un lugar auténtico en su evolución cultural, único en su historia natural de más de 50 millones de años, un lugar irrepetible por la amalgama del tiempo de largo aliento; en un espacio con cuatro ecosistemas, clima continental privilegiado, a 1950 m.s.n.m., de baja sismicidad sin dramáticos fenómenos climáticos; con una población urbana de 115,000 habitantes y en su zona rural 85,000. Un lugar excepcional en el mundo que no sólo en sueños podemos habitar, sino, afortunadamente, lo podemos vivir, vibrar y disfrutar en la realidad, porque ese lugar es nuestro maravilloso San Miguel de Allende.
Hablando de su evolución natural, en los últimos 50 millones de años, cuando las placas tectónicas de Norteamérica, el Pacífico norte, el Caribe y otras de nueva formación como la placa de Cocos coincidieron para levantar de la superficie oceánica, parte de la totalidad de la superficie del actual Estado de Guanajuato comenzó a emerger en el asombroso paisaje de la Cuenca Alta del Río Laja, justo en la frontera geológica, entre la Mesoamérica volcánica y el semidesierto de Aridoamérica, justo en medio del continente, hoy, prácticamente, en el centro de nuestro país.
En esta Cuenca Alta del Río Laja, coincidente con el Acuífero de la Independencia, en el actual territorio del municipio de San Miguel de Allende, contamos al sur con dos volcanes, y al oriente con montañas de más de 2,500 metros de altura, con muchos ríos y arroyos que dan origen a corredores biológicos culturales que definen cuatro ecosistemas en una pequeña porción de territorio, a saber: bosques de encinos en las partes altas de los volcanes, humedales en la presa Ignacio Allende y a los ríos principales como el río Laja, el río San Damián, el río el Canelo, el río de la Virgen, entre otros; bosques en galería en las pequeñas cañadas intermontanas y, por último, el semidesierto o matorral bajo crasicaule. De esta forma, tenemos una riquísima biodiversidad en dinámica comunicación a través de los diferentes ecosistemas.
En este paisaje natural, el ser humano se estableció en pequeñas aldeas agrícolas y fue parte del surgimiento de Mesoamérica como una de las seis civilizaciones originarias (en torno a la agricultura) en el planeta (además de la mesoamericana: China, Egipto, India, Mesopotamia, y la zona de los Andes).
Esta manifestación cultural centenaria quedó de manifiesto con la cerámica de tradición chupícuaro (en torno a comunidades del Río Laja). En el período preclásico mesoamericano se edificaron más de 110 sitios con edificios y basamentos piramidales, como aldeas habitacionales, centros ceremoniales, fortificaciones militares o de uso mixto; a la fecha, existen georeferenciados en el territorio de nuestro municipio cerca de 90 sitios arqueológicos de este periodo, por cierto, uno de ellos abierto al público: Cañada de la Virgen. Hoy en día, solo en la zona urbana de San Miguel de Allende existen, al menos, tres sitios arqueológicos.
En la década de 1530, a la llegada de los primeros grupos indígenas aliados con los españoles, liderados por caciques otomíes de Jilotepec, entre otros Nicolás de San Luis Montañés y su sobrino Hernando de Tapia (Conín), el actual territorio de San Miguel de Allende era parte de la Gran Chichimeca con más de 12 grupos étnicos diferentes.
En nuestro territorio actual para esas fechas, habitaron, entre otros: guamares, guaxabanes, compuces, pames y otomíes (provenientes del sur-este). De esta forma, podemos afirmar que antes de la dominación española en nuestros territorios tenemos, al menos, 2000 años de herencia cultural indígena mesoamericana, herencia cultural relevante y compleja de una de las seis civilizaciones originarias del planeta.
En otras entregas seguiremos con la narración de la evolución cultural de nuestro maravilloso y excepcional San Miguel de Allende, baste por hoy, mencionar que al paso de los últimos 200 años, San Miguel fue experimentando, en un principio, la preservación de su excepcional patrimonio virreinal edificado, lo anterior, por accidentes históricos que más tarde narraremos; a partir de la década de 1930 comenzó un singular proceso de convivencia entre gente, hasta hoy, de más de 60 países, muchos de ellos en torno a la gestión del arte en casi todas sus manifestaciones, incluida la del buen vivir. Desde entonces, en un proceso de largo aliento y a fuego lento, con un extraordinario patrimonio natural y cultural, hemos formado una comunidad multiétnica, cosmopolita, tolerante, abierta a los desafíos del planeta desde este rincón excepcional en el mundo, apasionados de las maravillas de San Miguel de Allende.