Por José Arturo Morales Tirado
El parteaguas que representó para la tradición cultural en San Miguel de Allende —en los albores de la guerra chichimeca— la llegada y fundación del primer asentamiento promovido por la nueva dominancia de españoles y sus aliados indígenas de conquista, mayoritariamente otomíes de Jilotepec (hoy, en el Estado de México), del antiguo señorío de Tlaxcala, más zapotecos de Oaxaca, es un hecho histórico (a la fecha con muchas aristas) pero, a la vez, un evento cada vez más mítico de mestizaje.
Con el paso de los años y con el impulso de tomadores de decisiones, líderes políticos, económicos y hasta religiosos hemos confundido el proceso de sincretismo como una simple fusión de dos ancestrales tradiciones culturales (entre la europea y la mesoamericana).
Lo anterior, muy alejado de la realidad en términos del concepto profundo de sincretismo ya que, en realidad, la maravilla que representa hasta la fecha la sociedad compleja, multiétnica de San Miguel de Allende y la región de la Frontera de la Tierra Adentro es en realidad un mosaico vivo de percepciones de la realidad diversa, fundamentada, en esencia, en observaciones e interpretaciones de nosotros mismos en relación con nuestro entorno próximo y mundial (contexto, o sea: TIEMPO – ESPACIO y CIRCUNSTANCIAS de ecología, sociedad, gobernanza, economía, y cultura).
En estas diferentes percepciones de nuestro entorno, en general, la humanidad se ha valido al menos de tres herramientas generales para acercarse, a veces comprender y otras tantas creer con fe nuestra existencia cotidiana. Estas herramientas generales han sido y son: 1. La razón-observación, 2. La cosmovisión, 3. La religión.
1. La razón-observación, con más o menos método para conceptualizar nuestra realidad a través de la argumentación, filosofía, ciencia y tecnología. 2. La cosmovisión o la manera de ver e interpretar al mundo y nosotros mismos a partir de la observación razonada y registrada más la suma de creencias que nos permiten analizar y reconocer la realidad a partir de la propia existencia. 3. La religión, o la percepción de la existencia, fundamentalmente a través de mitos y hechos históricos transformados en dogmas de fe y sus rituales derivados.
Antes de pasar a ejemplos vivos de sincretismo, expresados en mitos, rituales y personajes, de nuestra riqueza natural y cultural inmensa en la Frontera Tierra Adentro, me parece una maravilla que gracias a la tolerancia y memoria colectiva en nuestro territorio convivan con gran naturalidad, y hasta ahora de forma adulta en general: la razón-observación, la cosmovisión (mayoritariamente mesoamericana) y la religión (mayoritariamente judeo-cristiana).
Traducido de otra forma, en San Miguel de Allende y sus alrededores, a la fecha, se dan expresiones culturales con alto grado de sincretismo (no fusión sino convivencia) entre tradiciones culturales milenarias mesoamericanas, de Aridoamérica, greco-latinas, judeo-cristianas (católicos, luteranos, evangélicos, adventistas, anglicanos, mormones), moros, judíos (sefardíes y ashquenazi), y en los últimos 50 años: musulmanes, budistas, agnósticos y ateos.
Sin duda, en una atmósfera de respeto y tolerancia, un alto valor humano excepcional de nuestra sociedad sanmiguelense en una pequeña pero multiétnica población. Por cierto, lo anterior, hace más natural, en general, la convivencia de grupos minoritarios vulnerables, por su condición de marginación socio-cultural, su preferencia sexual, o de cualquier otro tipo.
Como ejemplo de lo anterior, durante el virreinato de la Nueva España en el otrora, San Miguel el Grande, podemos observar la edificación de fachadas de templos católicos con múltiples íconos con al menos dos lecturas de símbolos y significados.
Como dijo Alfredo López Austin (Los Personajes del Mito, Arqueología mexicana Edición especial No. 92, México, agosto del 2020), desde que el ser humano mesoamericano y en el mundo comenzó a comunicarse con su entorno, hablando y comunicándose con las piedras, el agua, el aire y el viento; los árboles y hierbas, insectos, reptiles, aves y mamíferos, mirando al horizonte y al cielo, hablando y comunicándose con los cerros, las montañas, los volcanes, sus cimas y sus puertos, más el infinito cosmos en la bóveda celeste, del entorno se generó la civilización de lo humano, incluidos los múltiples lenguajes hablados y no hablados, escritos y de formas, movimientos y símbolos efímeros y constantes, donde de poco a poco pero en forma cotidiana, primero en colectividad y luego en comunidades comenzaron el establecimiento de símbolos, expresiones de la naturaleza o conceptos (ideas hechas símbolos) a formar los lenguajes de la identidad multicultural local y, así, el sentido de pertenencia multiétnico.
Como la fachada del templo católico con caras de felinos, iconos de la dualidad femenina, lluvias, humedad, fertilidad, agua manando en manantiales, o por el contrario, símbolos de la dualidad masculina, seca, cálida, diurna y agreste.
Maravillas de nuestra extraordinaria y compleja comunidad multiétnica en la convivencia sincrética de las religiones, las cosmovisiones y la observación-razón, de nuestra rica y compleja comunidad y su auténtica, única, irrepetible tradición cultural local de excepción, maravilla de nuestra Frontera de Tierra Adentro.