Territorio paleontológico: La mayor megafauna de América del Norte

Por Arturo Morales Tirado 

Hacia el final de la última Edad de Hielo, hace unos 11.600 años, en esta región de la Frontera de Tierra Adentro, entre el paisaje volcánico de Mesoamérica al sur y el paisaje semidesértico a desértico de Aridoamérica que se extiende al norte, comenzó a surgir el clima que actualmente disfrutamos. Con el cambio climático, el paisaje se transformó por el deshielo y el retroceso de los glaciares. En lo que ahora es la cuenca alta del Río Laja, entre San Miguel y Dolores Hidalgo y San Luis de la Paz, la tierra se transformó en profundos pantanos, que atraparon a muchos mamíferos prehistóricos (megafauna). 

De acuerdo con el doctor Óscar Carranza, geólogo e investigador de la UNAM de larga trayectoria —ganador del Premio Morris Skinner 2018 en Paleontología de Vertebrados—, la región al norte de San Miguel es una rica zona paleontológica que destaca por su abundancia y diversidad de fósiles de vertebrados. Carranza ha investigado los vertebrados fósiles que abarcan desde la época del Mioceno, que comenzó hace unos 23 millones de años, hasta la época del Pleistoceno, a menudo llamada Edad de Hielo, que duró desde hace unos 2,6 millones de años hasta hace 11.600 años. Uno de los acontecimientos más significativos registrados por los fósiles de la región es el Gran Intercambio Biótico Americano, el movimiento de mamíferos a través de las Américas que ocurrió cuando el puente terrestre de Panamá se cerró hacia el final de la época del Plioceno, hace unos 3 millones de años. 

Quizá uno de los fósiles más interesantes encontrados sea el del género Dinohippus, que es el pariente más cercano y ancestro del caballo moderno (género Equus), derribando así el mito de que los caballos no habían existido en América antes del encuentro con los europeos en la primera mitad del siglo XVI. 

Otros mamíferos de la megafauna que habitan el territorio paleontológico de más de 3.500 hectáreas al norte de San Miguel de Allende son el gliptodonte de Simpson, una especie de armadillo del tamaño de un coche compacto; équidos, como el onagro americano y el caballo mexicano, el camello americano y un castor gigante de 250 kg; el mixotoxodonte, un mamífero similar al rinoceronte; el perezoso gigante, de casi 6 m de altura; un pecarí de cabeza plana (similar a la jabalina o al cerdo) de 1. 2m de altura; además de varios paquidermos (similares al elefante contemporáneo), como los gomphotheres de Cuvier, los mastodontes y los mamuts. 

Además de los fósiles de vertebrados de la megafauna, se encuentran fósiles de amonites marinos invertebrados en algunos de los sedimentos oceánicos más antiguos, de más de 50 millones de años, de la época del Eoceno. Todo lo anterior da cuenta de la calidad e importancia del territorio fósil ubicado al norte de San Miguel de Allende y al sur del municipio de Dolores Hidalgo.

La Ruta del Mercurio del Camino Real de Tierra Adentro atraviesa el núcleo de la zona paleontológica. La Ruta del Mercurio evolucionó con la llegada de los primeros mineros españoles a lo que fue Palmar de Vega y hoy, Mineral de Pozos. El asentamiento y el Camino se establecieron cerca de 1580 y se consolidaron a lo largo de los siglos XVII y XVIII. La Ruta del Mercurio iba desde la mina de Santa Brígida, en el actual Pozos, hasta el Real de Minas de la Santa Fe, en la ciudad de Guanajuato. Durante la época del Virreinato, la ruta atravesaba el corazón de la zona paleontológica, pasando por las Haciendas de Santa Ana y Lobos, La Grulla, La Venta, Ojo de Agua y hasta La Erre. 

Ahora, ante la amenaza latente de destrucción del patrimonio milenario de Tierra Adentro, podemos admirar y maravillarnos con este auténtico, único y excepcional paisaje natural y cultural. La zona paleontológica tiene atributos de los Criterios II, IV y VII de la UNESCO, que dicen que deben ser ejemplos eminentemente representativos de las grandes fases de la historia de la tierra, incluyendo el testimonio de la vida. En la fase de amenazas a esta zona paleontológica excepcional, es nuestra obligación y responsabilidad gestionar su preservación y mantenimiento sostenible como una maravilla extraordinaria de nuestro entorno inmediato.