Por Carolina de la Cajiga
Madurar siendo joven es raro…
La temporada navideña es la preferida de Rafael Guerra, ya que San Miguel reboza con visitantes extranjeros y muchos de ellos le traen sus relojes que ya no reparan en sus países. ¡Tal es su fama!
A través de los años, Rafael ha establecido una red internacional donde consigue refacciones, especialmente de marcas de renombre. Si ya no existen, el desafío aumenta y la solución es hacerlas a mano. Algo que le apasiona. Su mayor satisfacción y reto es reactivar relojes que otros han determinado irreparables.
Rafael heredó de su padre y a su vez él de su padre la profesión de relojero. Desde los ocho años empezó el aprendizaje, aunque no por gusto. Él quería estudiar algo relacionado con tecnología siempre que no tuviera nada que ver con relojería; hasta que reconoció la ventaja de ser independiente y apreció las enseñanzas que antes había rechazado. Aún joven, le entró la madurez. Ahora disfruta tremendamente de lo que hace y no lo cambiaría por nada.
Si alguien le hubiera dicho en ese entonces que en el futuro tendría su propia escuela de relojería, nunca lo hubiera creído. Aunque todavía no es totalmente realidad, su sueño es pasar sus amplios conocimientos sobre el funcionamiento de relojes y cómo reparar sus intrincados y sensibles mecanismos. Ya cuenta con mesas equipadas con herramientas en espera de estudiantes apasionados por aprender esta tecnología que requiere dedicación, destreza y delicadeza. Por el momento, su estudiante más destacado es su ahijado, Gerardo Alejandro, que ya tiene siete años aprendiendo la ciencia relojera. Con énfasis, declara Rafael, “Es importante no solo enseñar la técnica; la ética y el profesionalismo son igualmente valiosos. Un trabajo fodongo y al ahí se va demuestra falta de respeto al oficio y ahuyenta a los clientes. Los conocimientos son para compartir; en la tumba no benefician a nadie”.
Rafael reconoce lo valiosa que ha sido la ayuda de su esposa. Ella lo ha apoyado durante los 27 años que él ha dedicado en cuerpo y alma a su profesión. Al principio, ella lo ayudó hasta financieramente. Ahora ella atiende a la clientela cuando él sale a hacer reparaciones o a surtir mercancía.
El reloj en la torre al lado de la Parroquia es el más grande que ha reparado. En 2005, este falló poco antes de la Carrera de la Conspiración que marca el inicio de las celebraciones de la Independencia. La carrera comienza cada quince de septiembre, precisamente a las cinco de la tarde, con la primera campanada del reloj. Raúl Vázquez, el encargado del reloj, llamó a Rafael con urgencia solicitando su ayuda. “¡Ay, chirrión! Trabajamos casi toda la noche y evitamos un desastre histórico”, comenta Rafael. Otras restauraciones no comunes son de relojes de hasta doscientos años que se encuentran en antiguas haciendas y ranchos. No habiendo ya partes, Rafael tiene que ingeniarse cómo reconstruir o inventar lo que se necesite para que sigan marcando el tiempo.
La Relojería Guerra está en el centro histórico de San Miguel. Allí recibe y arregla relojes de mano y de mesa. Cuando le piden reparar relojes monumentales, de pared o de pie, él va a las casas. Puedes encontrar a Rafael de lunes a viernes de 11am a 8pm, y los sábados de 11am a 5pm en Mesones 37A, Centro. Teléfono 415 566 1063.
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