Mi-casa-su-casa 

Por Fernando Helguera 

Viviendo en este mágico lugar he aprendido muchas cosas a partir de sorpresas que me suceden en el día a día. Por ejemplo, he visto que los 15 de septiembre los inmigrantes de Estados Unidos celebran la independencia mexicana, pero lo hacen entre tres y siete de la tarde, con canapés y botanas deli, con tequila. Para las 11 de la noche, los que no están ya dormidos, están viendo los fuegos artificiales que se lanzan desde El Jardín. Ninguno da el grito como debe ser, ni entiende que el mariachi no se baila, el mariachi se toma. El Mariachi Loco es una aversión de dudosa reputación, cabe aclarar.

También he visto que el Día de Muertos, no sólo los de Estados Unidos, sino los inmigrantes de otros países hacen tours al panteón, hacen obras de teatro que relatan su propio punto de vista de la muerte, pero disfrazados de catrinas de las que inventó Disney, ni siquiera al estilo Posadas. Organizan idas a la discoteca a bailar disfrazados, y hacen altares dizque artísticos donde uno puede pagar, según el tamaño contratado, por poner las fotos de sus muertitos. ¿Cómo explicar tal atrocidad? No entienden que el colorido de estas fiestas no es cosa de forma y estética, sino que es la expresión de lo que en realidad está pasando a nivel interno, familiar y personal. Salir a celebrar el día de muertos es un total sinsentido, pues esa fiesta es “de guardar” con tus ofrendas y tus familiares.

Reflexioné y noté que quizás me estoy amargando la vida. Durante la historia del hombre los habitantes de los imperios exitosos se han acostumbrado a transformar las tradiciones de los colonizados, en vez de aplastarlas. Este proceso es el sincretismo y, cuando es sano, es en dos direcciones, así que propongo algo recíproco para el día de Acción de Gracias de 2022 en San Miguel de Allende:

Hagamos un tour por las casas de los inmigrantes (supongo que dirán como nosotros “mi-casa-su-casa”), en el que los locales podamos apreciar cómo celebran. Podremos tomar fotos y maravillarnos con su felicidad festejando el día en que los nativos de este continente los recibieron de brazos abiertos, sin imaginarse lo que estaba por sucederles. De esta manera el año que viene podremos hacer nuestro propio día de acción de gracias, pero no con pavo al horno, sino con barbacoa de hoyo aderezada con catsup, acompañada de chapulines y escamoles. Nos vestiremos de vaqueros y cheroquis para jugar a la persecución y la matanza, y ofreceremos de premio un libro de oraciones para rezar y agradecer la comida, que eso se nos da muy bien. Claro que usaremos crucifijos, aunque eso no sea muy protestante, pero es que no nos vaya a caer la maldición si hacemos algo no católico.

Para terminar, podremos planear un desfile por las calles para pasearnos en carros alegóricos disfrazados de carabelas. Con esto podremos, además, hacer un bonito negocio y así activar la economía del pueblo. ¡Estén atentos para los boletos del tour!