Nuestras Curiosidades

Por Fernando Helguera

El martes de esta semana hablé amena y largamente con una amiga que no veo hace años, y tocamos muchos temas; luego de tanto, no acabo de decidir si en estas tierras somos más “Estuches de Monerías” o “Cajitas de Pandora”. De seguro el más complejo origami no tiene siquiera una pizca de los dobleces que muestra la idiosincrasia nacional.

Por ejemplo, hace poco nos cruzamos un conocido y yo en la calle, tan cerca, que no pudimos evitarnos. Seamos sinceros, ninguno tenía ganas de saludar al otro. Al verme se aproximó y casi choca con una mujer que pasaba a velocidad prudencial, muy guapa toda ella; lo único que atinó a decirle fue “¡apachurro quesadilla!”. Ella no entendió ya que era extranjera, pero se tomó la molestia de sonreírle con simpatía antes de seguir su camino.

¿Qué se hace en estos casos? Primero que todo defender al género femenino, pero les aseguro que, para discutir con esta persona o sus semejantes, se necesitan más de tres horas libres, dos toneladas de paciencia y de uno a diez hígados de acero. En una situación muy parecida mi madre un día vestía completamente de naranja y un hombre, que casi la impacta mientras caminaba, comenzó a dar brinquitos, juntando los pies, las manos frente al pecho y palmas hacia abajo, uniendo los pulgares y diciendo “¡soy conejo y me gustan las zanahorias!”. Aquí tenemos los dos lados de la misma moneda. Mi madre también le sonrió con simpatía. ¿No es curioso?

Hagamos otro doblez a la hoja: si alguno de ustedes tiene esa curiosidad de la que se caracteriza por matar gatos, como la del científico Schrödinger, que seguro tenía un gen mexicano, le digo que es mejor que se la guarde; más aún si es de la que mata pájaros. Recuerdo aquella reunión en Tepoztlán, en la que a un examigo casi es golpeado por una guerrera ecologista ya que se le ocurrió decir: “¡Qué buena idea che, así matamos dos pájaros de un tiro!”. Muy curiosita la mujer en sus apreciaciones, pues en ese momento estaba terminando de comerse una rica pechuga de pollo, de la cual escupía parte al rostro del susodicho, pues no estaba dispuesta a esperar a terminar el bocado para proferir sus amenazas.

En la llamada también tocó el tema del tránsito que encontró de regreso a su casa, pues un automóvil golpeó muy fuerte a otro… en el carril del contrasentido. Es decir, todos traemos mucha prisa por llegar primero y no dejamos pasar a los demás, pero siempre tenemos tiempo para curiosear aunque detengamos el tránsito para ver el accidente del otro lado; y no se diga el tiempo que tenemos para detenernos y hacerle la bronca a alguno que no nos haya dejado pasar.

Si pensamos en la amplia gama de aplicaciones de nuestra curiosidad, podríamos decir que productos de esta son la televisión a color y la píldora anticonceptiva, por no mencionar todo tipo de inventos que podrían atribuirse al “doctor Chunga” o a la “marca ACME”. ¿Qué tal cuando salieron las playeras con cinturón de seguridad impreso, para que la policía no nos multara?

Podríamos pasarnos la vida haciendo el recuento de nuestras curiosidades, pero no tiene sentido, así que mejor me enfoco en lo importante de este texto. Cuando en la vida diaria sentimos curiosidad tendríamos que preguntarnos seriamente: ¿Acaso esta curiosidad me llevará a averiguar algo bueno para mí?, ¿algo que será verdadero?, ¿algo que me permitirá enriquecerme? Si una o más de las respuestas es “sí”, definitivamente vale la pena ir de curiosos a pesar de los riesgos.

El ser humano proveniente de todos los lugares del mundo (nunca como nosotros los mexicanos) ejerce la curiosidad de forma natural, aunque no siempre inspira curiosidad. Sí, está mal visto ir de curioso con preguntas, no obstante, hay una modalidad que puede ser muy positiva si uno está buscando temas para escribir, platicar o sorprenderse, pero sin hacer daño alguno; hablamos de “el chismoso de closet”. Este tipo de curiosos quiere (y casi siempre logra) enterarse de todo pero no lo cuenta. Cuando menos no involucra a nadie y cuenta las cosas como si las hubiera visto en un noticiario, película o revista de moda.

La información que podemos recopilar es enorme y de lo más apasionante, no por nada mantuve a mi amiga tantas horas al teléfono. Todo es cosa de mostrar un poco de interés por los puntos de vista de los demás y siempre tendremos a un interlocutor dispuesto a contar sus más sorprendentes confidencias, y quizás las de alguna que otra persona conocida con tal de que no las digamos a alguien más. Les pido que no me pregunten de todo aquello que me enteré, pues ya saben qué clase de chismoso soy.