El Cancerbero de la Flama: la tentación del lado oscuro

Por Rodrigo Díaz Guerrero

Por ahí del 2001, cuando recién me mudaba de casa de un amigo, me di cuenta que por accidente me había llevado, junto con mis cosas, El Plan (Tierra Adentro, 1995), primer libro de cuentos de Luis Arturo Camarena. Recuerdo haberlo leído con genuino gozo, pues había encontrado un autor que radicaba en mi pueblo y que construía historias consistentes y perturbadoras de realismo sucio, género que, cabe decir, me tenía sumamente cautivado por aquel entonces. 

Años después, por una invitación de Armida Zepeda, asistí a la presentación de su novela El Apóstol (Trópico de Escorpión, 2018). Luego de casi cinco años, vuelvo a tropezar con su figura y con su obra, por esos azares del destino que se celebran: recientemente me ha invitado a presentar su última novela, El Cancerbero de La Flama (Trópico de Escorpión, 2019), que la pandemia ha postergado para que, finalmente este 15 de febrero, —en el marco del Festival Internacional de Escritores y Literatura— se muestre ante los lectores que han seguido su interesante trayectoria, y para quienes estén ávidos de letras contemporáneas. 

Luis Camarena, además de ser un escritor que escudriña sin reservas el drama de la existencia, es arquitecto y pintor. Disciplinas del espacio a las que dio por impulso creativo: “Conocí la obra de Georgio de Chirico, porque llegué a él a través de la arquitectura de Aldo Rossi. Después, simplemente, no supe cómo parar”, confiesa.

Nos reunimos hace unos días, y entre cervezas artesanales y mezcales oaxaqueños, tuvimos una entretenida plática, de la que deriva esta breve, pero interesante entrevista, que comparto con ustedes.

RDG: El Cancerbero de la Flama es una novela que toca varios tópicos (la paternidad, el apetito sexual, la soledad, la obsesión) pero, sobre todo, me pareció, el abandono: podría ser la historia de un hombre tirándose a un abismo que en principio parece hermoso («El vértigo no es el miedo a caer, sino el deseo de saltar», citando a Kundera). ¿Dónde crees que radique la estética en una historia trágica? ¿Cómo es que nos atrae la desgracia en la literatura?

LC: Los temas subyacentes en El Cancerbero de la Flama son la tentación y el libre albedrío. Me interesaba hablar de ello, porque hay fuerzas que nos tiran para abajo, y que llegado un momento límite debes saber, como hombre, si te pasas o no al lado oscuro. Luego, como bien dices, hay ciertos tópicos que se tocan con mayor o menor intensidad: Sí, la paternidad, definitivamente, y en seguida te explico por qué. Hablas del abandono, sí, yo diría además la culpa. Aunque estos tópicos son más bien tratados como una especie de atmósfera psíquica. La culpa, real o imaginada, es un poderoso motor que te lleva a la autodestrucción, aun inconscientemente. Ese deseo de saltar del que habla Kundera. Mi personaje es un ser ordinario, y por lo mismo es muy vulnerable ante la tentación. Es el deseo lo que le impele a perderse. Y es el amor lo que lo lleva a parar. Es aquí donde la paternidad tiene lugar. Es el amor por la hija lo que salva a mi personaje de pasarse al lado oscuro. La estética que mencionas, y que radica en ese intento de exponer una tragedia, es más bien la forma que elige el escritor para tratar estos temas subyacentes, que deben entenderse mientras se narra la anécdota.

RDG: Platicábamos que la literatura tiene confesiones del autor —a veces entre líneas, a veces de forma muy explícita—, sin que el lector tenga que enterarse. Platicamos, también, que esa intimidad que uno arroja sobre la ficción suelen ser dolencias secretas, perturbaciones no atendidas, etc. ¿Luis Camarena cree que el ejercicio literario es también un ejercicio purificador?

LC: ¡Por supuesto! Exorcismo puro. La literatura puede ser un ejercicio sumamente purificador. Aunque más que confesiones, yo me atrevería a decir que se trata de exploraciones. Los autores vamos tocando tópicos que nos interesan, porque necesitamos entender. Y en virtud de explicarlo, con anécdotas, con metáforas, con todos los recursos literarios a los que podemos echar mano, se lo mostramos al lector. La literatura es el gran libro del entendimiento de la naturaleza humana: desmenuzar para entender.
Me gustan los temas que atañen al hombre común, al antihéroe por definición, porque este tipo de personaje es muy vulnerable y, por consiguiente, es un mejor sujeto para la exploración de estos temas (la tentación, el libre albedrío) trascendentales.

RDG: ¿Cuál fue la lectura definitiva que te empujó a ser escritor? ¿Cuáles son tus mayores influencias?

LC: Los autores del Boom Latinoamericano, desde luego: Cortázar, García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa, etcétera; aunque luego, al paso del tiempo, uno aprende también a separarse de aquellos que enarbolan paradigmas contrarios a nuestra propia identidad. Pero hay un antes. Para cuando descubrimos a estos autores uno ya trae en la mochila sus lecturas de infancia y adolescencia, cuando uno descubrió por primera vez que las palabras podían desplegar vastos universos en la pantalla de nuestra imaginación: Rudyard Kipling, Edmondo de Amicis, Julio Verne, Hans Christian Andersen, Stevenson.
El Cancerbero de la Flama se presenta este miércoles 15 de febrero, a las 5pm, en el patio del Museo Histórico Casa de Allende, ¡será un gusto que nos acompañen!