La No Ficción

Por Rodrigo Díaz, Bernardo Moreno y Josemaría Moreno


Este es un género literario autobiográfico, de investigación, basado en hechos reales, que lleva tiempo de moda y en el que muchos nos hemos adentrado, desde aquel periodismo gonzo, pasando por la literatura beat, hasta llegar a Truman Capote y su novela A sangre fría. Nos parece incluso más profundo y con más herramientas que el periodismo, con grandes expositores contemporáneos como Emmanuel Carrère, Michel Houellebecq y Jordi Soller. Recientemente en el festival de escritores se tuvo la presencia de Benjamin Lorr, quien ha escrito dos increíbles novelas de este género tan estimulante. Parecería que el autor nos narra el acontecer de su vida con el objetivo de contarnos algo que lo ha obsesionado tanto y por lo cual lo ha hecho investigar a tal profundidad, que tiene la necesidad de transmitirlo de la forma más veraz y contundente que pueda. Es un género donde resaltan las ambiciones, las pasiones, lo mejor y lo peor del ser humano. No es ficción lo que te están contando, es su más cruda realidad de la manera más poética que resulte, o tan sucia y demacrada como sea la verdad.

Hijo de la guerra, Ricardo Raphael, 2019

¿Por dónde empezar con esta excelente obra? Por un lado, es la investigación de una persona que se encuentra en un penal y se dice ser uno de los fundadores de aquel violento grupo criminal, conformado por los más entrenados militares: Los Zetas. ¿Ese recluso es quien dice ser? El periodista se embarca en una tremenda investigación para saber si lo es o no. Por otro lado, el recluso le cuenta la historia de su vida con datos tan increíblemente precisos y comprobables. Una narrativa tan detallada e íntima y al mismo tiempo verídica y sustancial. El tercer pilar de esta construcción literaria es el manuscrito que el periodista entrega—quizás con corrección ortográfica y de estilo— de las cartas que el recluso le dio. El último fundamento es, en sí mismo, lo que le hace sentir al periodista la convivencia con ese sujeto que tiene tatuadas en la espalda cinco estrellas, una por cada estado de los primeros que conquistaron los Zetas y que, además, es manipulador y mentiroso. No debe caer el periodista en el juego del recluso, pero al mismo tiempo parece inevitable. Una de las mejores obras de no ficción, escrita por el gran periodista mexicano y excelente escritor Ricardo Rapahel.


El último baile, Jason Hehir, 2020

Este documental, que mantuvo a todo el mundo a la expectativa cuando pocas habían –iniciando la pandemia y el encierro–, ganó el Emmy por serie de no ficción. Y aunque definir la no ficción es un ejercicio complejo, para una producción audiovisual creemos que cumple con las exigencias: el trabajo de edición es, por un lado, atrapante, pero por el otro lado, es algo sesgado, y no necesariamente para mal. Se sabe que Scottie Pippen, después de una ronda exhaustiva de entrevistas, no estaba para nada satisfecho con la representación que se hizo del equipo de los Bulls en esa década de los 90, ya que el documental pretende que el éxito de esta franquicia se debe, en última instancia, al genio y habilidad de Michael Jordan. Es debatible, y eso lo consigue el documental, pero ciertamente el punto de Pippen es válido: un equipo tan grande no puede depender de un solo miembro, los triunfos inigualables que lograron se debieron a una maquinaria deportiva excepcional que conjuntó el talento, cuando más se necesitaba, de todos sus miembros. Momentos gloriosos no solo de Jordan, sino también de Kerr y Kukoč, por nombrar dos historias inolvidables. La narrativa global del documental es cautivadora y cimienta una de las sagas deportivas más fascinantes de la historia, y así, la figura monumental del más grande: Air Michael Jordan.


Pop Street Sound, Wakal, 2002

Llevar el concepto de la no ficción al ámbito musical nos condujo inevitablemente a proyectos donde el sampler juega un papel protagónico en la construcción de una propuesta sonora: sonidos extirpados de la realidad que son secuenciados para crear melodías, que bien pueden ir acompañadas de otros instrumentos, o de voces, o de ninguna de las anteriores, y esto es lo que Wakal hace en sus producciones. Wakal es un proyecto de música electrónica, del mexicano integrante del colectivo Discos Konfort, Jorge Govea, sobre todo en su primer LP, Pop Street Sound, cuya portada nos muestra un famoso bicitaxi de los barrios del centro de la Ciudad de México, y con justificada razón. Dedicado a la gente que trabaja en la calle, Wakal samplea ruidos del tránsito citadino, voces de gente, vendedores ambulantes; las exclamaciones propias del desorden público y la vida cotidiana, envueltos en los ritmos del house, el drum and bass y el trip hop. Un disco imperdible que, además, se compuso, grabó y editó en varias azoteas de la Ciudad de México, sumergiéndonos con ello en la profundidad sonora y natural de una de las urbes más grandes del mundo.