Por Valeria Ascencio
Llegué justo a la hora de la comida. Gracias a Dios que el estacionamiento está ahí mismo, no me gusta tener que caminar después de haber buscado 20 min. dónde estacionarme. Llego y pido una mesa para mí sola. Las meseras amables, inmediatamenteme me pasan a sentar. Sin decir que voy a una entrevista con la dueña del lugar las observo: Se mueven rápido y hacen de las suyas para mover mesas, sillas y personas para que toda la concurrencia esté segura y cómoda. El restaurante es como un Pub familiar. La anfitriona conoce a todos los comensales, se desenvuelve con familiaridad, como si los hubiera invitado a una reunión en su casa. Ella misma está atendiendo las mesas, les hace comentarios y la gente ríe. A todos les da su importancia.
Les pregunto qué tienen de tomar. Me ofrecen cerveza artesanal, me dejo llevar por la recomendación y pido la Pale Ale creación del restaurante: “Hechicera”. Pido una pizza para comprobar que sí es cierto lo que mis amigos me platican de ellas. Y para no sentirme tan mal con el tema de las calorías, pido una ensalada de arúgula e higos con nuez caramelizada y queso azúl. Ahora sí, a comer sin remordimientos.
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